Cada vez que te pronuncia, Nerea se inunda como si un aspersor le latiguease el centro. Eyacula, una, dos, 3, cuatro lunas en los ojos de Nerea, cinco veces se sacude el espinazo, 6 suspiros que estallan sin recato, 7 con ganas de enraizarse, 8 queriendo liberarse del exceso, nueve, tú: diez de diez. Nerea a ras de suelo masticando tu nombre.
El error manotea mi templo como una campana y entiendo que te quiero, que lo merezco, que es de insomnio el poema. Caigo continuamente, temo la luz del alba, todo lo rompo y entiendo que soy pozo, que siempre es tarde, que es de nube el poema. Algo malo iba a pasar y lavé todas las sábanas: "No vengas a buscarme. No hay nada inmortal en el descenso" Un paisaje sin aliento... una bestia pendenciera... Debo afilarme las uñas. Te quiero
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